viernes, 18 de abril de 2014

Viaje a Cuba, primera parte: La decisión de ir


Con la convicción  de que sería un recorrido para recordar, cuando viajamos a Cuba registré un diario de viaje con los principales momentos y reflexiones. Llevo un par de años esperando tener tiempo escribir algo en base a mis notas, esperando tener algo tiempo. 


Hoy en los días en que menos tiempo libre encuentro, con un absorbente trabajo y un bebé que llena las horas restantes, creo que es el mejor momento para intentarlo, para aprovechar de relajarme unos minutos recordando esos días, reviviendo el viaje y viendo como he cambiado yo y mi vida. Sigo creyendo estas letras son más un ejercicio personal que un interés público, pero me imagino que mi hijo hoy con un mes de vida y quien me interrumpe entre párrafos para que lo tome en brazos, de algún día de con ellas, y me dan más ganas de dejar algo escrito. 

Hace varios años, y luego de pasados casi cuatro desde que terminé mis estudios de Psicología y empece a trabajar en empresas, coincidían en mi vida la capacidad de financiar un viaje más largo y lejos, con suficiente tiempo para tomar vacaciones extensas, la sensación de que me merecía un descanso, la energia joven para aventurarse y la ausencia de niños que facilitaba tomar algunos riesgos. Yo aun era de la generación que no tomó un año sabático, ni se fue a hacer trabajos de temporada a USA al terminar la Universidad, ni de intercambio a Australia o Nueva Zelandia mientras estudiaba, tampoco tuve vacaciones en Disney (ni aun me he animado a ir) y no conocía Europa. No me quiero explicar mal, no me quejo, disfrute de muchas vacaciones en Chile y algo de Argentina con mi familia y amigos, viajamos bastante por este largo país y acampamos muchas veces lo que disfruté ampliamente, pero parecía momento ya de hacer ese primer gran viaje fuera de Chile.

Llevaba casi dos años con mi pareja y no estaba tan claro que ella quisiera hacer este viaje, yo no quería postergarlo más y me decidí a viajar sólo. No fue una decisión fácil, pero ya comprados los pasajes Andrea cambio de opinión y resolvió sumarse con el sólo requisito de que paráramos un par de días en algún buen hotel playero para descansar. Me regaló una útil guía para el destino y con ello la decisión: nos íbamos a Cuba juntos. Este viaje que quizás pudo distanciarnos si me hubiese ido sólo, gracias a la resolución de mi ahora esposa, nos unió mucho más, escribió parte de nuestra historia y forjo algunos de los cimientos de nuestro matrimonio.

La elección del destino fue con poco conocimiento detallado aún, pero con la idea de que era un lugar diferente, un país con una cultura única, con paisajes y climas que valían la pena conocer, y con un Fidel cada vez más enfermo y una creciente apertura internacional que hacia pensar que este rincón comunista pronto cambiaría. No tengo un apego a esta ideología, pero si una profunda curiosidad de una isla capaz de mantener una cosmovisión diferente, había que conocerlo antes que dejara de ser lo fuese que fuera.

Del viaje habían pocos planes claros, una fecha de ida y otra de regreso casi un mes después, un par día de hoteles en La Habana, las guías Audi y Lonely Planet, algunas notas de Internet, las ganas de recorrer la Isla en extenso pero con la terca decisión de no visitar Varadero, ya que casi el 100% de las personas que conozco en Chile que fueron a Cuba hicieron itinerario Habana / Varadero y se formaron una opinión restringida de la pobreza en La Habana y luego la olvidaron ahogada en el el alcohol y tapandola con bronceador en un all inclusive  frente a la playa en Varadero. 

Encontramos poca información precisa de lugares por conocer fuera del circuito turístico, en cambio aparecieron bastantes mitos de que podría ser peligroso o la falta de servicios y transporte, que no funcionaban las tarjetas o no hay farmacias, que no encontraríamos hospedaje, que lleváramos jabones para hacer trueques, que no se podía hablar de política y cuantas cosas más. 

Las guías de viaje especialista son las que más hablaban de esta República, pero costaba imaginarlo bien, daban datos para quedarse en "casas de cubanos" pero ¿cómo era eso? ¿no se supone que esta prohibido?. Para ser una Isla de de 110.860 kilómetros cuadrados se sabía bastante poco en Chile, lo que de alguna manera hacia más atractivo el viaje hacia algo desconocido y nos hizo prepararnos mentalmente para todo.

Con poca claridad, teníamos algunos objetivos claros: Visitar alguna playas menos famosos y pobladas, recorrer el tropical país al máximo posible, acercarse a la gente y  la cultura, encontrarse con el lado más rural, e idealmente lograr llegar a Baracoa. Este último es uno de los puntos más aislados ubicado a cerca de 100 kms de Guantanamo y 200 de Santiago de Cuba, en ese tiempo aun bastante desconocido para el viajero regular y donde se supone piso tierra Colón al llegar a America y habría dejado su cruz, así aquí donde uno supondría encontrar la Cuba más pura y honesta, menso intervenida y afectada por la creciente ola de visitantes.

Así, con un par de libros guía de viaje, uno que otro dato, una breve reserva en La Habana, las mochilas llenas de cosas que podríamos necesitar (en ese tiempo aun viajábamos con mochilas...), algunas mascarillas para el avión por el pánico mundial a la gripe aviar que había en 2009, un cuaderno para notas, la mente abierta y el entusiasmo por esta pequeña aventura, emprendimos vuelo.